Un Proemio

Mi lamento ordinario,

colmado de perros dulces con aroma a pollo crudo,

reitero que mi fragancia es de valor inexpresable,

solo el bienaventurado llega a reprobar las audacias de mi ilustre comparecencia judicial demostrándome alguna idea reprobable en el reporte final de la construcción de reciprocidades universales, el reloj ya ha marcado punto final con tomates rojos, ahora solo queda despedirme de aquellos ebanistas y las urracas inclinadas que me han comunicado sus secretos en el arte de imponer mi desconsuelo. Océanos precoces me revuelven el jadeo reverencial que había guardado para ahogar entres tus senos repletos de serpentinas violáceas, como tus flores en la ventana partida en seis, que ya me anuncia que estas a punto de caer desde el octavo piso.

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